Éxodo
Historia de un viaje de vuelta
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La preparación del Siervo (Parte 6)
Buenos días. Estamos en un momento clave de la historia del Éxodo. Dios ha estado preparando el instrumento con que llevará a cabo su propósito divino, pero Moisés se siente incapaz de hacer lo que el Señor le está pidiendo. Para demostrarle que sí es la persona adecuada, Dios ya le ha enseñado que no importa tanto quien es él, sino saber que le acompaña el gran “YO SOY”. El eterno, inmutable, y soberano Dios de Israel lo tiene en sus manos. Además, Dios va a usar la sencilla vara que Moisés tiene en sus manos, para hacer señales que certifiquen su llamado celestial ante sus compatriotas y ante el mismísimo Faraón.
Pero Moisés aún necesita un elemento más. Leamos Éxodo 4:10-17
Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar. Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón. Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios. Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las señales.
Moisés dice: “Señor, no soy la persona que estás buscando”. Para presentarse delante del gobernante más poderoso del mundo requiere un diplomático elocuente, alguien que tenga buena presencia y facilidad de palabra. No puedo ir yo, a mi no se me dan bien los discursos, siempre he sido “tardo en el habla y torpe de lengua”. Algunos especulan que Moisés era tartamudo o padecía algún problema de dicción, pero en ningún pasaje de la Escritura se hace mención de algo así. La frase literalmente significa “de boca pesada” y es probare que se refiera a que tenía dificultad para exponer claramente sus ideas en público, por lo menos en las altas esferas que la misión requería.
Recordemos que Moisés había vivido 40 años en las cortes egipcias, y había tenido ocasión de escuchar encendidos discursos de los políticos de aquellas épocas, capaces de hacer vibrar a las multitudes y persuadir a las autoridades. Pero él no se consideraba un orador distinguido como aquellos, además, hacía 40 años que no hablaba el idioma de los egipcios ¿Cómo podría ser un digno representante del Señor con esa facha y su limitada capacidad de expresión?
El sistema en que vivimos muchas veces proyecta sobre nosotros y sobre la iglesia su distorsionada visión de la excelencia. Como en el mundo solo triunfan los mejores, pensamos que solo los mejores pueden servir a Dios. Pero ese no es el énfasis bíblico. En 1 Corintios 1:30, el apóstol Pablo deja claro que Dios no escoge sus siervos de entre los que el mundo considera sabios, fuertes o influyentes, sino “de lo necio, la vil y lo menospreciado”, para que toda la gloria sea siempre del Señor. Como está escrito, “el que se gloría, gloríese en el Señor”
Las personas que Dios usa no son los mejores según los parámetros del mundo, pero son las que dan lo mejor de sí, y sobre todo, los que dejan que Dios los use como instrumentos en sus manos. Pedro y Juan eran “hombres del vulgo y sin letreas”, sin embargo, el denuedo con que hablaban impactó a los eruditos religiosos del Concilio en Jerusalén. Pronto reconocerían que su elocuencia no provenía de la universidad, sino de “haber estado con Jesús”. El mismo Señor que había dicho “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Moisés recibió de Dios la misma promesa: “ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar”. No te preocupes por ser el mejor orador del mundo, porque lo importante no es la fluidez de tu oratoria, sino las palabras que dirás a Faraón de mi parte. Lo que impacta no son las palabras de sabiduría humana, sino la Palabra de Dios.
¿Significa esto que no hace falta esforzarse? ¿Qué lo que se hace para Dios puede hacerse así nomás? ¿Qué no hay que preparar un mensaje o una lección de Escuela Dominical? ¿Qué no hay que practicar para tocar un instrumento? ¿Qué no hay que estudiar o mejorar en el trabajo, si se puede? No. Significa que nuestra prioridad es agradar a Dios y no conformar a los hombres. Significa que no podemos medir la calidad de nuestro servicio con parámetros humanos, sino con los de Dios. Significa que ninguna de esas limitaciones que el mundo considera insalvables, son obstáculos para que Dios nos use en su obra. Si Dios te quiere usar, él estará contigo.
El otro aspecto relevante en el pasaje es la idea de trabajo en equipo. Para evaporar cualquier resquicio de duda o complejos, Dios anuncia a Moisés que había llamado también a su hermano Aarón para que le acompañe y sea su vocero ante Faraón. El habla lo más bien, de manera que “él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios” es decir, vos le vas a trasmitir lo que yo diga que tiene que decir.
La obra de Dios no es una quijotada. El camino del creyente no es para recorrerlo en soledad, sino en compañía de los otros creyentes. Congregarse no es solo un requisito para servir, sino para experimentar la vida abundante que Dios pensó para sus hijos. No se trata de ir a la iglesia para poder formar parte de un ministerio, se trata de buscar la edificación mutua en comunión con los hermanos en la fe, porque donde el pueblo de Dios se reúne, allí envía el Señor bendición y vida eterna.