Éxodo

Historia de un viaje de vuelta

  1. La Pascua.

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Buenos días. La décima plaga marca el punto más álgido del conflicto entre Faraón y Dios. Se llega a esta instancia después de un largo proceso que comenzó con un simple pedido de libertad, luego con advertencias que se fueron agravando, ocasionando primero tan solo molestias en la vida cotidiana, después severos perjuicios económicos, pero la obstinada resistencia de Faraón, la dureza de su corazón, le acarrearía su propia desgracia y la de su pueblo, porque el Señor descargaría sobre ellos el juicio más terrible:

Dijo, pues, Moisés: Jehová ha dicho así: A la medianoche yo saldré por en medio de Egipto, y morirá todo primogénito en tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la sierva que está tras el molino, y todo primogénito de las bestias. Y habrá gran clamor por toda la tierra de Egipto, cual nunca hubo, ni jamás habrá. Éxodo 11:4-6

Anteriormente, Dios había protegido a su pueblo, de tal manera las plagas que azotaban Egipto no habían tenido efecto en la tierra de Gosén, donde habitaban los israelitas. Pero en esta ocasión, si los hebreos pretendían salvar a los primogénitos de sus familias, deberían escuchar con suma atención las instrucciones que el Señor había dado por medio de Moisés. Éxodo 12:1-8, 11-13

  • Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo: Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año. Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia. Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero. El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras. Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes. Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer. Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán.
  • Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová. Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová. Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto.

El capítulo 12 es sumamente importante. Describe la institución de la pascua hebrea y su profundo significado para el pueblo de Israel, pero también para nosotros hasta el día de hoy.

La pascua marca el comienzo de Israel como nación. Cuatrocientos años antes, habían llegado como una familia, pero durante estos años fueron aumentando en número y forjando su propia identidad, en el crisol de la esclavitud. Ahora están a punto de comenzar su camino en libertad. Esa noche iban a salir de Egipto.

Cada familia debía seleccionar un cordero. Si eran pocos, podían juntarse con sus vecinos, de manera que no sobrara nada para el día siguiente. El cordero debía ser un macho sin defecto, de un año. Debían guardarlo por cuatro días y luego, asado a la parrilla. Ni crudo ni hervido. Asado. Y tenía que comerse apresuradamente, acompañado de hierbas amargas, vestidos y con el equipaje pronto para como para emprender un viaje de inmediato. Pero el elemento clave de aquella celebración era la sangre del cordero sacrificado.

La sangre debía guardarse aparte, y con ella pintarían los postes y el dintel de cada puerta en Gosén. Porque a media noche, el ángel del Señor recorrería la tierra de Egipto y esa extraña pintada sería la señal que le serviría para identificar las casas por las que debía pasar de largo.

La Pascua sería un estatuto perpetuo para Israel. Desde ese día en adelante debían celebrar esa fiesta como recordatorio de su día de independencia, el día en que fueron liberados de la esclavitud, no por la fuerza de sus armas, sino por el poder de Dios. No porque lo merecieran, sino por la gracia inconmensurable de Jehová.

Pero para los primogénitos, era mucho más. Ellos podían recordar el día en que su vida fue salvada por la sangre de un cordero que había muerto en su lugar.

En este sentido, La pascua es un tipo de Cristo, una figura especialmente ordenada por Dios para anticipar la persona y la obra de la redención. Hay muchos aspectos destacables, pero en este devocional quiero centrarme en uno solo, que hacía la diferencia entre la vida y la muerte: La sencilla acción de pintar con la sangre del cordero el marco de la puerta salvaba la vida del hijo mayor de aquella casa. Si obedecían, el Destructor pasaría de largo, sabiendo que en ese lugar ya había una víctima.

Exactamente igual funciona nuestra salvación. Cristo puso su vida para librarnos de la condenación que merecíamos. El justo e inocente hijo de Dios ocupó el lugar de nosotros, los pecadores. Cuando, por medio de la fe, su sacrificio se aplica a nuestra vida, Dios nos justifica. No hay ninguna condenación y tenemos paz para con Dios.

¿Está tu vida protegida por la sangre del cordero? Si la respuesta es, sí. Da gracias a Dios por su salvación tan grande. Disfruta de saberte salvo y seguro en los fuertes brazos del Señor.

Pero si todavía te has arrepentido de tus pecados, o si no estás seguro de haberlo hecho… estás expuesto a la muerte eterna. Sin embargo, la buena noticia del evangelio dice: aún hay tiempo. Cree en Cristo y serás salvo.

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