Éxodo

Historia de un viaje de vuelta

  1. La preparación del Siervo (Parte 4 – El Dios que comisiona)

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Buenos días. Seguimos recorriendo este libro de Éxodo, que describe la salida del pueblo de Israel de su esclavitud en Egipto y el comienzo del cumplimiento de la promesa hecha por Dios a los patriarcas, de darles una tierra buena y ancha, una tierra donde fluye leche y miel. Para conducir a su pueblo, Dios ha estado preparando un hombre, nacido entre los esclavos, adiestrado en el palacio y apaciguado en el desierto.

Moisés creía que sus compatriotas entendían que sería por medio de él que Dios traería liberación, pero las cosas no se dieron como esperaba. De pronto tuvo que huir, amenazado de muerte y encontró una nueva vida como pastor de las ovejas de su suegro. Allí permaneció cuarenta largos años, hasta que Dios lo llamó desde la zarza ardiendo. Moisés no aceptó el encargo inmediatamente, pues ya no se sentía capacitado para semejante tarea. Abre su corazón al Señor para exponerle sus dudas. Dios escucha, y pacientemente responde sus inquietudes. Ante su primera objeción “¿Quién soy yo?” dice: “no importa quien sos, ni tus capacidades humanas. Lo que importa es que yo estaré contigo”. Pero la charla sigue:

Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éxodo 3:13-17

La segunda preocupación de Moisés tiene que ver con la identidad del que lo está enviando. No es que Moisés no sepa con quien está hablando. Tampoco se trata de simple curiosidad por saber el nombre de pila del Señor. Es que en la Biblia el nombre representa el ser de una persona, habla de su carácter y autoridad. Por lo tanto, lo que Moisés quiere saber es ¿Con que autoridad voy a ir? ¿Cuáles son mis credenciales? Subyace en esta pregunta el recuerdo amargo aquel primer rechazo, cuando uno de aquellos judíos entre los que intentó mediar le dijo: “¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio?” 2:14.

Dios se presenta con esta extraña frase: YO SOY EL QUE SOY. Esta respuesta puede sonarnos un poco redundante. Si preguntásemos a alguien por su nombre y nos dice “yo me llamo como me llamo”, pensaríamos, en el mejor de los casos, que no le interesa nuestra charla. Y en el peor, que nos está tomando el pelo. Pero no era lo que Dios quería comunicar a Moisés. De esta frase se deriva el nombre que conocemos en nuestras versiones como Jehová.

Resulta que en el antiguo idioma hebreo se escribía sin vocales, por lo tanto, el nombre de Dios se escribía con cuatro consonantes YHWH. Esto se conoce como tetragrammaton (que significa “cuatro letras”). Como los judíos pensaban que el nombre de Dios era demasiado sagrado para pronunciarlo en voz alta, lo sustituían por Adonaí, que significa amo, dueño, o señor. Según dicen los eruditos, de intercalar las vocales de Adonaí en el tetragrammaton surge la forma que pronunciamos como Jehová o “yawé”.

Pero más interesante que esto es que la expresión YO SOY está relacionado con el verbo hebreo “ser” o “existir”, por lo tanto, el significado de Jehová podría entenderse como “El que ha sido, es y será”. Dios está revelando que es un ser eterno, esto es, que existe fuera de las dimensiones humanas del tiempo y del espacio, que es autosuficiente, es decir, tiene vida en sí mismo, que no necesita de nada ni de nadie para existir, y que es inmutable, que no cambia.

Dios le está diciendo: “Moisés, el que envía es el Dios de tus antepasados, el mismo que se dio a conocer a Abraham, Isaac y Jacob. No los he olvidado. El tiempo ha llegado. Voy a cumplir mis promesas con ellos y con ustedes.

Pero este nombre con el cual Dios se revela a Moisés tiene mucho que enseñarnos a nosotros también. Porque nos recuerda que el YO SOY, eterno e inmutable, es también nuestro Dios. Dice Santiago que “en él no hay mudanza ni sombra de variación”. Esa inmutabilidad divina nos asegura su fidelidad.

“Porque yo, el SEÑOR, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos”, decía Dios a su Pueblo a través del profeta Malaquías (3:6). Y Por medio de Pablo nos dice: “Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2:13). El Salmo 100: 5 dice: “el Señor es bueno; para siempre es su misericordia, y su fidelidad por todas las generaciones” LBLA

Pero también es interesante recordar que en varias ocasiones Jesús se identificó con este nombre divino. Quizás una de las referencias más claras fue cuando dijo “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58). Allí los judíos tomaron piedras para matarlo por hacerse igual a Dios. También están los siete famsoos “yo soy”: Yo soy el pan de vida. Yo soy la luz del mundo. Yo soy la puerta. Yo soy el buen pastor. Yo soy el camino, la verdad y la vida. Yo soy la resurrección y la vida. Yo soy la vid verdadera.

Quiero terminar con un “yo soy” muy especial. Ocurre cuando los discípulos están enfrentando una tormenta que amenaza con hundir su barca, y de pronto el Señor se acerca a ellos caminando sobre el mar embravecido. Ellos gritaban espantados, pensando que se trata de un fantasma, pero él les dijo: “Yo soy; no temáis” Juan 6:20.

Hermanos. El YO SOY que llamó, envió y sostuvo a Moisés es nuestro Dios. Dice el autor de los Hebreos en el capítulo 13:8 “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos”. Esta preciosa frase está recogida en un viejo cántico que dice:

Hoy, ayer y por los siglos Cristo es siempre fiel

Cambios hay, más Cristo siempre permanece fiel

¡Gloria pues a él! ¡Gloria pues a él!

Cambios hay, más Cristo siempre permanece fiel.

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