Éxodo
Historia de un viaje de vuelta
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El justo juicio de Dios contra un corazón duro.
Desde el primer encuentro, Había quedado claro Faraón no dejaría salir fácilmente a los hijos de Israel. Primero, porque constituían una fuerza laboral barata e insustituible, pero sobre todo, porque liberarlos significaba un desafío hacia su autoridad divina. Ceder ante ellos era una deshonra que no estaba dispuesto a aceptar. Por tanto, como dice Éxodo 7:13: “el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho”.
Las diez plagas, relatadas en los capítulos 7 al 11 de Éxodo, finalmente terminarían doblegando a Egipto y lograrían la libertad de Israel. “¿Quién es Jehová?” había preguntado el orgulloso rey. Ahora tendría su respuesta. Los dioses egipcios estaban vinculados con el Nilo, las cosechas, la fertilidad, el ganado, el sol y la luna. Por tanto, cada una de las plagas era una demostración del poder del Dios verdadero sobre las deidades que ellos veneraban. Veamos un resumen rápido de los acontecimientos.
- Sangre (7:14-24). El agua de Egipto se vuelve sangre. Los peces mueren, el río hiede y no hay agua potable. Como sus magos lograron imitar el milagro, el faraón ignora el hecho y su corazón se endurece (7.22)
- Ranas (8:1-15). Otra vez el Nilo, fuente de vida para los egipcios, es el origen de una molesta invasión de ranas. Los magos de Faraón imitan el milagro, y trajeron más ranas. Faraón pide a Moisés que ore a Dios y quite las ranas y Moisés lo hace, pero cuando se vio liberado, faraón volvió a endurecer su corazón (8.15)
- Piojos (8:16-19). Dios envía piojos, o mosquitos, según otras traducciones, que se convirtieron en un azote para el pueblo. Esta vez los magos no lograron imitarlo, y tuvieron que reconocer que se trata del “dedo de Dios”. Sin embargo, el corazón de Faraón permanece endurecido (8.19).
- Moscas (8:20-32). Dios envía “toda clase de moscas sobre la tierra de Egipto”. En el texto hebreo no se especifica qué clase de insectos eran; sin embargo, la versión griega del AT describe como lo que nosotros conocemos como “tábanos”. Faraón intenta negociar con Dios, permitiéndoles ofrecer sacrificios, pero sin ir muy lejos. Moisés rechaza esas condiciones, pero ora a Dios para que quite los molestos bichos. Faraón vuelve a endurece su corazón.
- Ganado (9:1-7). Las primeras plagas habían sido incomodidades para la vida cotidiana; pero por la dureza del corazón de faraón se van agravando, afectando ahora el sustento económico del país. Dios envía una peste que mata todo el ganado egipcio, pero preserva el de los israelitas. Sin embargo, faraón sigue negándose a dejar salir al pueblo, pues su corazón se endureció (9.7)
- Ulceras (9:8-12). Los egipcios empiezan a sufrir “úlceras purulentas”, esto es, que tiene pus. Los magos también estaban afectados y no pueden hacer nada. Pero Faraón sigue negándose a escuchar, y esta vez, dice el texto que Dios endureció el corazón de Faraón se endureció (9.12)
- Granizo (9:13-35). Moisés advierte sobre la próxima plaga, y le da la oportunidad a los egipcios de ponerse a cubierto. Algunos hicieron caso, pero muchos no, y una inédita tormenta de granizo mató a todos los trabajadores y animales que no se protegieron, y destruyó casi todas las plantaciones. Faraón reconoce su pecado, pide perdón, promete libertad, pero luego “se obstinó en pecar”, endureció su corazón, y siguió negándose a dejar salir a Israel.
- Langostas (10:1-20) Moisés vuelve a advertir a faraón que si no deja salir a Israel, vendrían langostas a devorar los cultivos que se habían salvado del granizo. Los consejeros de Faraón lo convencen de liberar a Israel, pero Faraón solo permite salir a los varones, sin sus familias. Moisés no acepta y se desencadena la plaga. Faraón se arrepiente, pide perdón, pero luego el Señor endureció su corazón y no dejó salir a Israel (10.20)
- Tinieblas (10:21-29) Moisés alzó su mano al cielo, donde moraba la máxima divinidad Egipcia, Ra, dios del Sol, y una densa oscuridad cubrió Egipto durante tres días. Faraón intenta un nuevo acuerdo. Podrían ir con las familias, pero sin los ganados. Moisés no acepta el trato. Jehová volvió a endurecer el corazón de Faraón, que termina echando a Moisés: Retírate de mí; guárdate que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás.
El escenario queda preparado para la última plaga, la 10. Muerte de los primogénitos (11.1-12.33), que convenció definitivamente a Faraón de liberar a Israel. Pero eso lo veremos en la próxima.
Hay una suerte de patrón en la conducta del Faraón, que primero parece reconocer el poder de Dios, pero luego se retracta, endurece su corazón y continúa su lucha contra Dios. Este “corazón duro” es un elemento clave del relato. En repetidas ocasiones el texto dice que Dios endureció el corazón de Faraón, para mostrar su poder sobre él y sobre Egipto. Esto puede parecer injusto, porque Dios primero lo endurece y después lo castiga por endurecerse. Pero también dice el texto que antes, Faraón endureció su propio corazón. Faraón era la cabeza de una nación que había oprimido brutalmente a los israelitas durante cuatro siglos y que, él o su padre, había ordenado matar a los bebés varones que nacieran. No era inocente, sino un hombre cruel y obstinado.
Faraón tuvo muchas oportunidades para cambiar de actitud y evitar el juicio, pero él eligió desobedecer y endurecer su corazón. Como resultado, Dios lo endureció aún más, para mostrar su poder y ejecutar sobre él y sobre Egipto el justo castigo que merecía por los pecados cometidos contra Israel y contra Dios.
Dice Pablo en Romanos 1 que este es el estado de una humanidad que eligió rebelarse contra el Creador, profesando ser sabios, se hicieron necios, despreciaron la luz y se volvieron a las tinieblas. Como consecuencia Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen. Les permitió andar por su propio camino de depravación y muerte. Pero no los abandonó a su suerte. Envió a Jesucristo para abrir un camino de reconciliación y ofrecer perdón y salvación eterna a todo aquel que cree, se arrepiente de su pecado y se vuelve a Dios.
En ese momento, Dios nos hace nuevas criaturas y reemplaza el corazón endurecido por un corazón sensible a su voz. Como dice Ezequiel 11:19: “Quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne”.
Ahora, como hijos de Dios, el desafío es no dejar que nuestro corazón vuelva a endurecerse. La Escritura enseña que el orgullo y la obstinación provocan que un corazón se vuelva insensible o se cauterice, como dice Pablo en Efesios. No seamos desobedientes, ni indolentes ante la Palabra de Dios, eso corresponde a nuestra pasada manera de vivir. Mantengamos nuestro corazón dócil y atento a la voluntad del Señor, que siempre es buena, agradable y perfecta. El consejo de Pablo es el siguiente:
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:22-32