Éxodo
Historia de un viaje de vuelta
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El primer enfrentamiento.
Buenos días. Si el libro del Éxodo fuese una película, habríamos dejado atrás la parte de donde se explica el contexto y se presentan los personajes, para entrar de lleno al conflicto principal, que es la pulseada entre Faraón y Dios, representado por Moisés y Aarón. En capitulo 5 comienza con la atrevida irrupción de los hermanos hebreos ante el rey de Egipto, con la exigencia de dejar salir a Israel, camino de tres días, para adorar a Dios en el desierto. Leamos los versos 1 a 4:
Después Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. Y Faraón respondió: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel. Y ellos dijeron: El Dios de los hebreos nos ha encontrado; iremos, pues, ahora, camino de tres días por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, para que no venga sobre nosotros con peste o con espada. Entonces el rey de Egipto les dijo: Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su trabajo? Volved a vuestras tareas.
El resultado de este primer encuentro no fue para nada alentador. El rey de Egipto era considerado una divinidad, por tanto, que otro supuesto dios viniera con semejantes pretensiones y desafiara su autoridad de esa manera era intolerable. Y más si se trataba de un dios, para él desconocido, y que para colmo era el Dios de un pueblo que ellos tenían subyugado. Por eso responde con arrogante desprecio: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a su pueblo? No conozco a Jehová y no voy a dejar salir a Israel.
Faraón no solo rechazó de plano la posibilidad de dejar salir a Israel, sino que terminó incrementándoles el trabajo. Resulta que los israelitas se dedicaban a la fabricación de los ladrillos de adobe que los egipcios usaban para edificar sus ciudades. El adobe es un material de construcción hecho a base de barro mezclado con paja, moldeado en forma de ladrillo y secado al sol. Es una técnica usada por todo el mundo, encontrándose en muchas culturas que nunca tuvieron relación entre sí, incluso en nuestro país.
El monarca acusó a Moisés y Aarón de distraer al pueblo de sus tareas. Entendió que estos deseos repentinos de pensar en Dios y ocuparse de lo espiritual eran resultado del ocio, de tener demasiado tiempo libre. Quizás esto explica por qué este mundo que yace bajo el maligno invierte tanto en la industria del entretenimiento y en cualquier cosa que mantenga la atención de la gente alejada de lo eterno.
La cuestión es que Faraón decidió aplicarles un castigo ejemplar y ordenó a los capataces de los israelitas que ya no les proporcionasen paja para confeccionar el adobe. Ellos mismos debían ira e recogerla, pero al mismo tiempo, no podrían disminuir la producción de ladrillos. Obviamente, esto aumentaba de manera desmedida el trabajo y era una demanda prácticamente imposible de cumplir. Los israelitas no solo sufrieron una brutal sobrecarga de trabajo, sino además, los azotes de los capataces, que los castigaban porque no llegaban a cumplir su cuota de producción, al grito de: “¿Por qué no habéis cumplido vuestra tarea de ladrillo ni ayer ni hoy, como antes?” (5:14)
Una delegación muy sumisa y respetuosa de israelitas se presentó ante el rey para explicarle que la razón era muy sencilla. No podían juntar la paja y además mantener los niveles de producción. Pretender que lo hicieran y castigarlos si no lo lograban era ilógico e injusto. Sin embargo, la respuesta de faraón fue lapidaria y apuntaba directamente contra la gestión que habían hecho Moisés y Aarón. Dice en 17-18
Y él respondió: Estáis ociosos, sí, ociosos, y por eso decís: Vamos y ofrezcamos sacrificios a Jehová. Id pues, ahora, y trabajad. No se os dará paja, y habéis de entregar la misma tarea de ladrillo.
Unos días atrás, “oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron”. Todos estaban felices porque ya se veían libres de la esclavitud y disfrutando de la Tierra Prometida. Pero al primer revés, los humores cambiaron rápidamente. A a la salida de la reunión se encontraron con Moisés y Aarón y los increparon: “la verdad que fue peor el remedio que la enfermedad”. Todo lo que lograron fue empeorar las cosas. Seguimos siendo esclavos, pero ahora, además, nos odian. Les pusieron la espada en la mano para que nos maten. Muchas gracias, pero… no nos ayuden más. Esta derivación inesperada fue sorpresiva hasta para el propio Moisés. Dice en los versículos 22-23:
Entonces Moisés se volvió a Jehová, y dijo: Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a este pueblo; y tú no has librado a tu pueblo.
Moisés reclama al Señor: Estoy haciendo exactamente lo que me pediste que hiciera y no está funcionando. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible sufrir si estamos obedeciendo a Dios?
Puede ser la experiencia de un trabajador honesto, que lo despiden por negarse a hacer alguna trapisonda a pedido de su empleador. Puede ser la experiencia de algún joven, que alarga su soltería por no aceptar propuestas de pretendientes inconversos, o la de un estudiante que ve como compañeros que copiaron en la prueba sacan mejores calificaciones que él. O la de cualquiera de nosotros, expuestos a ser acusados de cualquier cosa por vivir y mantener los principios de la Palabra de Dios.
La pregunta parece compleja porque en nuestro imaginario cristiano hemos llegado creer que la bendición que viene como consecuencia de la obediencia es el cumplimiento de nuestros plantes y no de los planes de Dios. Como dijo Asaf en el salmo 73: “tan torpe era yo, que no entendía” Miraba los hechos desde mi propia perspectiva terrenal, cuando lo que tenía que hacer era entrar en el santuario para entender que Dios tiene todo bajo control. Solo que a veces los resultados no son los que yo espero, ni son inmediatos.
El ejemplo más paradigmático es José, que por negarse a tener relaciones con las esposa de su jefe fue falsamente acusado de intento de violación y encarcelado. En vez de ser recompensado por su integridad, fue injustamente castigado. Sin embargo, lo que parecía un retroceso, fue el comienzo de su camino al trono de Egipto, desde donde cumpliría con la misión de preservar la vida de su familia. Pero en ese momento, él no lo sabía.
Dios responde: Tranquilo, Moisés. Nadie dijo que sería fácil. Esto recién comienza, ya verás lo que voy a hacer. Hay que tener paciencia… como siglos después escribiría Santiago:
Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. Santiago 5:7-8