Éxodo

Historia de un viaje de vuelta

  1. Canta, oh buen cristiano.

Anterior
Siguiente

Buenos días hermanos. Continuamos acompañando al Pueblo de Israel en su camino a la Tierra Prometida. En el devocional anterior estuvimos repasando el momento en que Dios abre un camino en medio del mar, para que Israel pueda cruzar, en seco, hacia la libertad. En el mismo acto, el Señor consumó el castigo contra la nación que oprimió a su pueblo durante 400 años, sepultando en las aguas al Faraón y sus tropas de élite. Dios no solo los había liberado de la esclavitud. Había destruido a quienes los dominaban.

Moisés había dicho: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis”. Efectivamente fue así. El capítulo 14 termina con una imagen escalofriante: “Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar”. Dios no puede ser burlado.

Frente a esa tremenda exhibición de poder de Dios, Moisés y los hijos de Israel elevaron un cántico al Señor, que está registrado en el capítulo 15 de Éxodo.

Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente;
Ha echado en el mar al caballo y al jinete.
Jehová es mi fortaleza y mi cántico,
Y ha sido mi salvación.
Este es mi Dios, y lo alabaré;¡
Dios de mi padre, y lo enalteceré.
Jehová es varón de guerra;
Jehová es su nombre.
Echó en el mar los carros de Faraón y su ejército;
Y sus capitanes escogidos fueron hundidos en el Mar Rojo.
Los abismos los cubrieron;
Descendieron a las profundidades como piedra.
Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada en poder;
Tu diestra, oh Jehová, ha quebrantado al enemigo.

20 Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas. 21 Y María les respondía:
Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido;
Ha echado en el mar al caballo y al jinete.

Es apenas una parte de la canción con que ese día alabaron al Señor. Te animo a leer el capítulo completo, pero estos son suficientes para reflexionar sobre una práctica fundamental de la vida cristiana, que es cantar. Si, cantar.

Una enciclopedia dirá que el canto es la emisión controlada de sonidos del aparato fonador humano. Un artista dirá que la canción es una composición poética que transmite algún tema o carga emocional, acompañada por música. Técnicamente es correcto. Pero espiritualmente, cantar es una forma de alabar a Dios, de expresar con nuestra voz, sea buena o no, nuestra devoción, acción de gracias, tristezas y temores.

Toda la Biblia está llena de canciones. Los salmos son una invaluable colección de cánticos que muestran la intimidad del corazón de sus autores. Expresan, sin filtro, momentos de alergia exultante o de profunda angustia. Algunos cantan de las cosas maravillosas que Dios hizo por ellos, de la confianza en su poder y sus promesas. Otros claman por auxilio en momentos de soledad o adversidad. Lloran a causa de su pecado y suplican al Señor su misericordia.

La iglesia primitiva dedicaba tiempo a la alabanza. Dice Hechos 2:46-47 que “perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo.”

Pero cantar no es solo para la reunión. Es sumamente disfrutable cantar juntos en la iglesia, acompañados de buenos músicos. Pero la Biblia nos anima a cantar en todo momento. Pablo y Silas cantaban himnos al Señor en lo profundo de su celda en Filipos. El apóstol incluye muchas canciones de alabanza en sus epístolas, y nos manda cantar como forma de expresar verbalmente que nuestra mente está llena de su Palabra:

La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.

Al final de los tiempos, todos los redimidos unirán en una alabanza a Dios. Dice Apocalipsis 5:11-13

Oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.

Se ha dicho que nuestra alabanza en la tierra es la preparación para ésta celebración esta celestial. Por tanto, como dice un viejo himno:

Canta, oh buen cristiano;
Dulce es el cantar,
Hace el camino llano y quita el pesar.
Canta en las noches tristes.
Canta en la clara luz;
Almas así salvadas cantan de Jesús.

Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24