La fe de Habacuc
Parte 8: Esperanza
Buenos días. Las palabras finales de la oración de Habacuc son, probablemente, los versículos más conocidos de su escrito. A aquellos que solo conocen esta parte del libro les cuesta imaginar el proceso de transformación que ha sufrido la fe del profeta. Es un hombre que alza su voz para reprochar a Dios su pasividad, que protesta ante Dios porque sus planes no le convencen, pero también es un hombre sensible a la voz del Señor. Habacuc calla y escucha. Contempla a Dios en su trono. Considera la gloria de su poder. Recuerda los hechos maravillosos a favor de su pueblo y se afirma en su fe.
Entonces, su indignación y preocupación, sus quejas y reproches, se convierten en un conmovedor canto que describe de manera vívida y brillante la esencia de una fe perseverante, que se sostiene a pesar de las circunstancias:
Oí, y se conmovieron mis entrañas;
A la voz temblaron mis labios;
Pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí;
Si bien estaré quieto en el día de la angustia,
Cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas.Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.
Jehová el Señor es mi fortaleza,
El cual hace mis pies como de ciervas,
Y en mis alturas me hace andar (Habacuc 3:16-19).
Las expresiones del verso 16 barren con cualquier idea de un entorno lírico. La situación está lejos de ser ideal. El profeta se estremece al pensar en las terribles consecuencias de una invasión babilónica. Otra versión (DHH) dice: «Al oír todo esto tuve miedo. Mis labios se pusieron a temblar, mis piernas dejaron de sostenerme y todo mi cuerpo perdió sus fuerzas». Sin embargo, por encima de su angustia asomaba una esperanza, una esperanza que le daba paz, que le permitía mantener la calma y estar quieto ante el inminente desastre.
Note que Habacuc no esperaba que, como en las películas, en el último instante alguien desactive la bomba y al final no pase nada. Sabía la que se venía, pero no siente pánico ni desesperación. Dice la versión LBLA: «Tranquilo espero el día de la angustia, al pueblo que se levantará para invadirnos». Esa paz se explica por su confianza en el Dios de las promesas. El entorno no ha cambiado, pero ahora tiene su mirada en el Señor y espera en Él.
La octava cualidad de una fe perseverante es la esperanza. Es aquella fe cuyas convicciones no están basadas en la evidencia que proporcionan los sentidos físicos, sino que se eleva por encima de las circunstancias para considerar al Dios que hizo la promesa. Es la fe que acepta la palabra de Dios, aunque trascienda los parámetros de la lógica humana. Tenemos el ejemplo de Abraham. Dice Romanos 4:18 que el patriarca «creyó en esperanza contra esperanza». Esta frase significa: «creyó contra toda esperanza». Creyó, aunque no había posibilidades lógicas de que se cumpliese la promesa de Dios. Dios le había prometido un hijo. Abraham le creyó a Dios y le fue contado por justicia.
Hay una enorme diferencia entre la fe bíblica y la fe ciega, que es mera superstición. La fe muchas veces es acusada de ser ciega por no basarse en la razón, pero la fe bíblica no es irracional. Si bien es cierto que la fe va más allá de lo que es posible comprender mediante la razón humana, se basa en evidencias sólidas. Se basa en el conocimiento de Dios. Por eso es tan importante conocer a Dios. Las pruebas fortalecen la fe porque nos hacen conocer mejor a Dios. Recuerda la experiencia de Job: «de oídas te había odio, mas ahora mis ojos te ven» (Job 42:5). A mayor conocimiento, más fe y mejor visión espiritual. La fe que posibilita ver lo invisible permite tomar decisiones aparentemente ilógicas, pero que tienen todo el sentido cuando se mira con los ojos de la fe. Como hicieron Abraham, Noé, Moisés, José y tantos otros que se mencionan en Hebreos 11.
Habacuc creyó a Dios. Lo que conocía de Él le permitía estar tranquilo en el día de la angustia. Dios no iba a evitar los problemas en su vida. De hecho, la situación que presagia es profundamente dramática. Describe la carencia total de todas las bases de sustento de la economía de su época. No hay higos, ni vides, ni olivos, ni cultivo de granos, ni vacas ni ovejas; pero, aunque todo esto ocurra, con todo, Dios sigue estando. Dios sigue siendo fiel.
Las expresiones «aunque» y «con todo» son claves en la vida cristiana. Son las evidencias una fe perseverante, una fe que es capaz sostenerse a pesar de las circunstancias, de ver por encima de la tormenta e incluso gozarse en lo que Dios está haciendo. Como decía Pablo en 2.a Corintios 4:17-18:
Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.
Habacuc 3:17-19 es un pasaje particularmente significativo para mí, y quiera Dios que pueda ser un refugio para esos momentos en que nuestra fe es sacudida. Que más allá de lo que digan nuestros sentidos, podamos ver a Dios. No se olvida de nosotros, Él está ahí y sabe lo que hace. Aférrate a Él con todas tus fuerzas y verás la salvación del Señor.
Como dice el himno 462:
No juzguéis por los sentidos los designios del Señor
si parece que las pruebas contradicen su amor.
Descansad en sus promesas, en su gracia confiad;
estas sombras son el manto con que envuelve su bondad.Sus propósitos perfectos a su tiempo cumplirá
y lo que es ahora amargo dulce fruto llevará.
La incredulidad es ciega, pues no mira más allá;
a la fe Dios se revela, todo nos aclarará.